La evolución histórica y patrimonial de la ciudad de la Alhambra tiene en sus ríos, acuíferos y acequias la clave de su singularidad
JUAN ENRIQUE GÓMEZ / MERCHE S. CALLE (Texto y fotos)
Artículo-reportaje publicado en el suplemento Día del Agua del diario IDEAL 22-marzo 2025
Granada se asienta en las riberas de un gran lago alimentado por ríos y arroyos. Así fue desde hace seis millones de años y hasta entrado el siglo XX de nuestra era. El territorio que hoy conocemos como Vega de Granada, era un inmenso humedal, un espacio de casi 32 kilómetros cuadrados, al oeste de la gran montaña nevadense, transformado con el paso de los siglos en terrenos agrícolas, haciendas y núcleos urbanos ganados a las riberas y pastizales, pero que siguió sufriendo inundaciones y avenidas, un territorio donde el agua tenía que ser dominada para lograr la viabilidad y el desarrollo de sus pobladores.
La primitiva Ilíberis, la Garnata de ziríes y nazaríes, la capital de un reino del que no había parangón en el mundo conocido según viajeros y poetas del medievo; la ciudad donde se completó la unificación de Europa y el nacimiento del estado moderno, donde se inició el descubrimiento de América, donde Carlos V situó la capital de su imperio; la Granada que los escritores y científicos románticos del XIX dieron a conocer al mundo como paraíso de la cultura, naturaleza y paisaje, es posible gracias a su simbiosis con el agua. Historiadores y arqueólogos consideran que la primitiva Garnata, situada en la antigua ciudad romana, en los altos el Albaicín, junto a la antigua muralla Zirí, no habría tenido viabilidad de futuro si el rey Badis, de la dinastía Ziri, no hubiese tenido la lucidez de conducir el agua desde la sierra de Alfacar hasta los actuales altos de Cartuja, llegar a la puerta de Fajalauza y construir una tupida red de acequias y aljibes para dar de beber a los pobladores, alimentar sus cultivos y crear espacios de fertilidad que permitiesen el crecimiento urbano y la supervivencia de sus habitantes.
La acequia de Aynadamar con su red de grandes y pequeños depósitos llamados aljibes, entre ellos el del propio sultán Badís Ben Abús, en el Carmen del Aljibe del Rey, fueron desde el siglo XI elementos clave en la vida de los pobladores del barrio morisco y se mantienen hasta la actualidad como testigos de la evolución milenaria de Granada (de hecho almacenaron y dieron agua a los pobladores hasta la década de los setenta del siglo XX).
La ciudad experimentó un enorme desarrollo al lograr el uso del agua en sus zonas altas y unir su crecimiento a las redes de acequias y cauces de los ríos en sus zonas bajas. Las aportaciones que llegaban a través de las acequia de Aynadamar y las que tomaban su caudal desde el Darro, no eran suficientes para una población que hizo crecer huertos y villas en el valle, donde proliferaban los baños, palacetes, molinos e industrias, una urbe en la que el gran río que baja de las altas cumbres, el Genil (que los árabes conocían como Singil, y los cristianos bautizaron como Xenil) discurría bajo las puertas de la ciudad sin aprovechamiento alguno. La solución se llamó: al-Saqiya al-Kubra (Acequia Mayor), la que conocemos como Acequia Real o Gorda del Genil.
Los extramuros de la ciudad medieval, cuya estructura se mantuvo durante siglos, eran ramblas y cauces en cuyas riberas crecían almunias y villas, sobre el ancestral gran humedal relicto (el viejo lago) surcado por cinco ríos (Genil, Darro, Beiro, Monachil y Dílar) que facilitaba la supervivencia en las incipientes poblaciones de la Vega como Santa Fe y la despensa agrícola del Soto de Roma (Romilla). La red de acequias logró regularizar y extender el uso del agua y, con ella, facilitar la evolución histórica y patrimonial de la ciudad y su entorno. La acequia Gorda, con su gran captación próxima a Cenes de la Vega, aún posee en uso el ramal del Cadí que abasteció el Realejo y parte del centro de la ciudad, palacetes, mercados, fuentes y casas.

La Alhambra y su entorno, su gran área de influencia, no habría sido posible sin el agua que Alhamar logró canalizar desde la presa situada en el Darro, aguas arriba de Jesús del Valle, y llevarla a la fortaleza palatina a través de la Acequia Real y sus ramales de El Tercio, camino de Generalife y, siglos después, el de los Arquillos. Aguas para llenar los Albercones, discurrir por el patio de la Acequia, brotar en los Leones, llenar los estanques y alimentar a gentes, huertos y jardines, para después continuar hacia los Mártires, el Mauror y volver a su cauce original. La necesidad del agua en la Alhambra impulso al conde de Tendilla, su primer alcaide cristiano, a construir el gran aljibe situado bajo la plaza de los Aljibes, al que es posible calificar como la Catedral del Agua. Situarse en su interior, bajo sus bóvedas, es una experiencia inolvidable.
“Granada, única ciudad donde el agua transmite no sólo sones del pasado sino, y esto es en lo que cada granadino debe reconocer e implicarse, de futuro”, afirmaba Federico Mayor Zaragoza en un artículo en el que prologaba una de las obras más significativas sobre la cultura hidráulica y su influencia histórica ‘Agua, territorio y ciudad, Granada nazarí y renacentista’, en la que especialistas en diferentes materias dejaban clara la dependencia e importancia del agua para su historia y futuro en un contexto , incluso, internacional. Federico Mayor, fallecido en diciembre de 2024, indicaba “He tenido ocasión de ver y observar parajes y obras extraordinarias fruto de la creatividad distintiva de la condición humana. Ciudades antiguas y otras más recientes, encaramadas en roquedales, o en el valle, o junto a los ríos o el mar… y puedo asegurar que Granada está en la primera línea no sólo por su soberbio emplazamiento sino por el engarce de estilos y tiempos que la caracterizan y distinguen a escala mundial”.
El deseo de convertir Granada en la capital europea de la Cultura ha de tener en cuenta su relación con el agua como elemento vertebrador e impulsor de las diferentes visiones culturales que la historia ha plasmado en su territorio, un elemento que no solo forma parte de la oferta cultural sino también de la turística, ya que de forma habitual se desarrollan rutas especializadas para descubrir la Granada del agua y la historia, como las denominadas Senderos del Agua, que dirigen guías expertos bajo la supervisión y organización de la Fundación AguaGranada, la institución que tiene como objetivo preservar y divulgar el patrimonio histórico y natural relacionado con el agua. Recientemente esta fundación y la Universidad de Granada colaboraban en la recuperación del trazado de la ancestral acequia de Aynadamar desde El Fargue a los albercones de Cartuja, completando así el antiguo trazado desde Alfacar al Albaicín.

Hay tres recorridos, rutas a realizar a modo de experiencia de conocimiento histórico y antropológico, que muestran la relación Granada y agua: descubrir la red de aljibes, que desde la Albaicín alto discurre hacia el paseo de los Tristes o Elvira; caminar por el centro urbano para observar la trama de pilares históricos situados en sus calles y edificios públicos y deleitarse con la contemplación de las fuentes ornamentales, desde el Triunfo al Salón, con Isabel la Católica, las Batallas y la Fuente de las Granadas, además de numerosas instalaciones en plazas y placetas. Si a estas tres ofertas le añadimos pasear junto a los ríos, camino del Avellano, las acequias del bosque de la Alhambra, el lago romántico de los Mártires y caminamos por la ladera del cerro del Sol junto al pretil de la Acequia Real, realizaremos una inmersión en el universo de la historia. Será un perfecto aprendizaje para construir un futuro sostenible y de respeto al legado de milenios de historia.
