Carlos I, rey de España, y V, emperador de Alemania, fue el hombre más poderoso de su tiempo. Para algunos, incluso el más poderoso de la historia de la humanidad. Dejó una impronta imborrable, y puso en pie un imperio que duraría más de dos siglos intacto. Le adornaban muchos títulos, pero uno de los que siempre llevó a gala fue el de Rey de Granada. Porque amó profundamente a esta ciudad, y porque le otorgó un estatus que con ningún otro gobernante ha vuelto a tener. Este año se cumplen 500 desde la proclamación de Carlos I como Rey de Granada, una efeméride que ha pasado sin pena ni gloria, y que la Academia de las Buenas Letras y la Fundación Agua-Granada van a celebrar de forma muy especial con un ciclo de conferencias, visitas guiadas y actividades musicales. El principal impulsor de la celebración es el académico, historiador y periodista Esteban de las Heras, cuyo pueblo natal, San Martín de Rubiales (Burgos), también tiene su pequeña historia con el emperador, quien permaneció allí con toda su corte durante varios días en marzo de 1518, en lo que entonces sólo era un villorrio en mitad de ningún sitio. Carlos la habitó buena parte de la Semana Santa, tras haber finalizado, precisamente, las Cortes en las que fue jurado como Rey de Granada. El hecho queda reflejado en la obra teatral ‘Del romero a la canela’, de la que el propio De las Heras es autor. El lugar donde se produce la jura efectiva de Carlos como soberano del último bastión nazarí de la Península está, según De las Heras, sujeto a controversia. Se sabe que fue en Valladolid, pero hay quien duda entre las iglesias de San Pablo y la de San Gregorio. ¿Qué importancia tiene esta jura? Su propio hecho, en primer lugar. Carlos recibe por herencia de sus abuelos Isabel y Fernando, conquistadores de la ciudad y el reino, la corona de Granada. Sin embargo, debe pasar por el trámite previo de las Cortes, quienes evalúan su idoneidad para ejercer tal cargo. «Por mucho que los ingleses digan que inventaron el parlamentarismo, una forma de parlamentarismo, siquiera básica, pero real, se daba ya en las Cortes de los reinos españoles», comenta De las Heras. Es más, las Cortes de Valladolid fueron el escenario de una lucha encarnizada entre los serviles, partidarios de otorgar al monarca sus privilegios sin discusión, por el mero hecho de serlo, y el ala dura, partidarios de exigirle contrapartidas, y sobre todo, de poner coto al vicio de Carlos de regalar canongías, obispados y privilegios a su corte flamenca. Los granadinos, duros En este último grupo se colocaron los representantes granadinos en aquellas Cortes, Antonio de Mendoza y Medrano, a quienes identifica el académico de la Historia Domingo Hergueta, en su biografía del Doctor Zumel, cabecilla del ala dura. De hecho, hay historiadores que dudan si la humillación a que las Cortes de Valladolid sometieron a Carlos I, obligándole a firmar nada menos que 74 condiciones, fue mayor a la histórica humillación a la que el Cid sometió a Alfonso VI. En otro orden de cosas, es preciso destacar que no todas las ciudades tenían representantes en este órgano de gobierno. Granada conservaba el privilegio de comisionar a dos próceres, lo que daba idea de su peso. El orden de prelación entre ciudades también colocaba a Granada en un lugar eminente, tras Burgos y Toledo. Esteban de las Heras opina que no es lógico que la ciudad haya pasado por alto esta conmemoración. «Cuando se celebró el quinto centenario del nacimiento del emperador, la Universidad organizó la exposición ‘Carlos V. Las armas y las letras’, y el Arzobispado, la de ‘Jesucristo y el emperador cristiano’, ambas con un éxito notable. Ahora, nadie se ha hecho eco de este acontecimiento, para mí muy importante, no sólo por el hecho en sí, sino por las repercusiones que para la ciudad tuvo tal condición». El historiador y periodista comenta que la Universidad se fundó porque Carlos V era Rey de Granada, y quiso favorecer ese blasón. «Este hecho es mucho más cercano e importante para la ciudad que el propio nacimiento del Emperador, al fin y al cabo acaecido en Gante, en tierras flamencas». Así, la Academia de Buenas Letras y la Fundación AguaGranada pretenden llenar este «vacío de atención » con una serie de actos que se van a desarrollar en el trimestre que hoy comienza, en diversos ámbitos y espacios. En el mes de junio, dentro del ciclo ‘El agua y la palabra’ que organiza la Fundación, se va a insertar un ciclo de conferencias y algún concierto en torno a la figura del emperador y su relación con Granada. El programa anual de la Fundación AguaGranada tiene un fuerte componente literario, y por ello, afirma De las Heras, por la sede de la Fundación, el Aljibe del Rey, pasarán también especialistas en literatura que hablarán sobre la poesía en el periodo histórico en que Carlos V tuvo una relación más estrecha con Granada, con su presencia física en la ciudad. La huella arquitectónica Entre las actividades que ha previsto organizar la Academia de Buenas Letras está la realización de itinerarios guiados en torno al legado arquitectónico dejado por Carlos V en la ciudad. A su gobierno se debe la actual traza de la Catedral, en origen proyectada con el mismo estilo tardogótico de la vecina Capilla Real. Son Carlos y sus ministros quienes apuestan por una concepción más moderna, que ha convertido a la iglesia mayor metropolitana en una de las joyas del Renacimiento español. Su presencia se siente muy especialmente en el palacio que lleva su nombre, el cual, aunque para construirse ocupó una parte de los palacios nazaritas, sigue siendo una auténtica obra maestra del Renacimiento civil español. Además, a estas dos grandes realizaciones se suman otras igualmente interesantes, como la iglesia imperial de San Matías, a quien el emperador otorgó un estatus especialpor su condición de gran devoto del santo, y por coincidir el ‘dies natalis’ tradicional de Matías con la victoria de las tropas españolas ante el francés en la Batalla de Pavía. El pilar de Carlos V, que sirve como lugar de bienvenida al sediento caminante cuando entra al recinto de la Alhambra, y la vecina Puerta de las Granadas, en la Cuesta de Gomérez, son otras de las grandes realizaciones impulsadas por el emperador. Riegos y versos Más allá de las construcciones impulsadas durante el gobierno del emperador, existe una muy interesante labor de ordenación y legislación de la vida en Granada por parte del emperador. Entre las normas emanadas de su poder se encuentra el sistema de riegos, que se mantiene en los siglos posteriores. Y desde el punto de vista literario, la estancia de Carlos en Granada coincide con la famosa entrevista entre Andrea Navaggiero, embajador de Venecia, y Boscán, en el que discuten sobre el predominio del verso octosílabo, en boga en Castilla desde la época medieval, ante el endecasílabo, que se había impuesto en la Serenísima, y que luego tendría un amplio predicamento en la literatura española. Además, tal y como afirmó el catedrático de Historia del Arte Rafael López Guzmán enuna charla reciente organizada por la Academia, «Carlos V introduce a Granada en la modernidad. Es el gran artífice de que Granada sea lo que hoy es». De las Heras añade que «es evidente que el emperador quedó prendado de la ciudad, de tal manera que la escogió para pasar los que, según confesaría más tarde, fueron los mejores meses de su vida, los de la luna de miel». FUENTE: IDEAL GRANADA/ Autor: José Antonio Muñoz.